miércoles, 21 de abril de 2010
La conchuda esteta
No puede conversar sin pensar qué bien le vendrían a su interlocutora dos tonos menos de tintura. Se desconcentra con facilidad porque todo su interés se fija en las formas y los colores de la ropa, el estado de la piel y los dientes de las personas con quienes dialoga. Es tal su fanatismo que no duda en hacer observaciones , más alla de que a aquellos a quienes tiene enfrente posean un interés pobre o nulo en su propia apriencia. Pasa el día cavilando en los porqués de su madre para no ponerse bótox, los de su hija para no hacerse una higiene profunda de cutis y los de su marido en evitar un corte de pelo más canchero. También le gustaría que el plomero use un mameluco customizado y que abandone esa barba que tanto lo avejenta. Puede ser artista plástica o productora de modas pero, la mayoría de las veces, sus días transcurren como los de una ama de casa que redecora, rediseña y re contra rompe a todos la paciencia con su manía enfermiza por gastar dinero en ropa, sillones nuevos y revistas de diseño. Con su propia persona, por supuesto, es extremadamente atenta. Le cuesta mucho salir de su casa sin dar ochocientas vueltas antes. Constatará su maquillaje una y mil veces para evaluar que no resulte muy “pesado” y revisará sus uñas escrupulosamente, en tanto dejar el pelo como le gusta le llevará una hora más. Se arregla hasta para ir al supermercado y combina todo sabiamente sin estridencias ni convencionalismos, con criterio y mucha onda. Las conchudas progres que ocasionalmente alternan con ella, piensan que lo que gasta en tratamientos y productos de spa y belleza debería ser considerado ilegal. A veces, su obsesión es tan acuciante que no puede conciliar el sueño. Se desvela pensando en que los años no pasan en vano y los tríceps fláccidos y las rodillas arrugadas no van a tardar en llegar. Sufre dando vueltas en su somier de 3000 pesos por no haber conseguido la tela que anhelaba para las cortinas. Se estremece al recordar que su casamiento fue poco glamoroso y, cuando ya el cerebro no da más, se da cuenta: lo suyo no es frivolidad supina, es algo más profundo… ¿Será temor a la muerte? Sólo en eso momento, cuando la idea de verse amortajada le corta de cuajo todas sus especulaciones, concilia el sueño.
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5 comentarios:
me pregunto qué aberración saldría de una cruza entre la esteta y la marxista de la esteta y la colgada, ponele
Nora:
la marxista + la colgada + la esteta = YO
pará dulci, con todo respeto, pero el karma de la marxista es su imposibilidad de ser esteta. son dos caminos que no se cruzan en mi humilde opinión
aguante el blog!
impresionante!!!
Me gusta este debate entre Dulci y Pauli.
el temor a la muerte se cura rápidamente... con un día de shopping.
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