Seguidores

sábado, 16 de enero de 2010

La "bluff"


Dentro de un grupo que englobaría a todas las variedades de mujeres Bluff posibles, figura la que busca el ascenso social. Ella es capaz de formatearse para dejar atrás su pasado de escuela pública, su familia de clase trabajadora y cualquier otro factor molesto y vergonzante. El día en que se puso de novia con el entonces rugbier del CASI (Club Atlético San Isidro) no todo fue color de rosa. Ella sabía que se casaría con él, pero para eso debía tomar medidas drásticas y súper secretas. Debía hacer una suerte de conjuro o vuelta de tuerca onda “La vengadora”, aquella serie de los 80´s que la mantuvo en vilo frente al televisor cuando era chica. Tal vez intuía que en algún momento de su futura juventud iba a atravesar una vuelta a nacer, aunque sin cocodrilos, salvo los de Lacoste. Entonces, luego de conocer a su rubicundo y despreocupado futuro marido, regresó a la soledad de su departamento de la calle Díaz Vélez y buscó la caja forrada con contact beige que tanto ocultaba, hasta de sí misma. La llevó al lavadero y se sentó en el piso. Entraba un chiflete loco por las rendijas del cerramiento de policarbonato. Después de mirarla con nostalgia un rato, el frío la convenció de seguir adelante con su plan. Fue sacando una a una las imágenes que su nuevo amor jamás vería. Comenzaron a desfigurarse, en un fuego improvisado en la pileta, la torta, el vaporoso vestido rosa y el bronceado de Tita y Juan Carlos, sus orgullosos padres, que se erguían recortados sobre las paredes de yeso del club Almagro. Toda su fiesta de quince, el recuerdo de ella y del esfuerzo económico que su familia hizo, se desvaneció rápidamente entre las llamas.
Veinte años después, un fin de semana junto a su marido y sus suegros en el Golf o en la chacra de José Ignacio, surge alguna evocación de la infancia. Todos empiezan con los viajes a Disney, los domingos de misa en la Misericordia y la rigidez de las monjas del colegio Mallinckrodt. Erguida sobre su falsa dignidad, la Bluff social sonríe y festeja los comentarios, piloteando un pánico escénico. Su rostro se asemeja a la expresión incierta de un yanqui entre porteños que oye hablar de lo divertido que era ir al Ital Park los domingos.

No hay comentarios: