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domingo, 17 de enero de 2010

La casada con inquietudes


Parte de su malestar se basa en que sus inquietudes son fruto del esfuerzo que antes usaba en buscar tipo. Como ya lo consiguió, le sobra un remanente de energía descomunal, que -se sabe de Freud para acá- es libido también. Se siente atraída por todo el target de hombres que circula en sus horarios de ama de casa desesperada. Su ranking acumula empleados del supermercado chino, distraídos turistas, jóvenes pintores de brocha gorda, policías, en fin, ya no le hace asco a nada, e incluso se ceba mucho con los universitarios mantenidos por padres del interior que cohabitan en su edificio. No trabaja en nada que genere dinero y, cuando se embarca en algo, no cree que merezca la pena hacerlo sino invierte, primero, dinero de su marido. Pero ni el ciber, ni el baño de perros, ni el maxi-kiosco funcionaron. Comparte con la conchuda soltera con inquietudes la compulsión por hacer cursos y dejarlos. Entre empredimiento y empredimiento, entre curso y curso, escucha la radio, siempre AM. En la calle lleva MP3, desde hace poco tiempo, como algo diferente. Tiene cargados temas movidos que la hagan sentir canchera y seductora, como hace unos años atrás, cuando andaba sola y desfachatada por la vida. En sus pocos ratos libres, se nutre de historias amorosas ajenas y consultacon descaro a sus interlocutores acerca de los detalles que abundan en los romances tortuosos o prohibidos. Si se entera que una mujer tiene un amante, la admira secretamente y trata de obtener hasta el último detalle de la historia, haciendo foco en la parte sexual. Llegó a hacerse amiga de una compañera de oficina a la que despreciaba, cuando se enteró de que salía con un tipo casado. Su faceta vouyer surgió muy tímidamente el día en que firmó la libreta en el registro civil de la calle Uruguay, y se fue trasformando en una manía que le parece vital. Una de sus actividades favoritas consiste en leer noticias sobre crímenes pasionales, adulterios y divorcios millonarios en diarios y revistas. Se aburre tanto en su vida de casada y ve tan poco a su marido que, a veces, fantasea con que él tenga otra. La posibilidad de ser engañada justificaría esa angustia surgida luego de haber logrado su objetivo de vida: casarse. Entonces, si fuera cornuda, su inquietud se comprendería como una forma socialmente aceptable de vivir la infidelidad del marido. Pero esta suerte no siempre se tiene, de modo que ella seguirá curiosa, inquieta, metida, ansiosa, cualquier cosa antes de asumir que, después de haberse casado, la vida mucho no va a cambiar.

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