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lunes, 18 de enero de 2010

La conchuda ¿ex? beoda


Ella dice que ya hace tiempo que no bebe. Antes sí solía hacerlo, aclara. Pero ahora solo una copita de tinto con la comida, que es buena para el corazón. Y algún porroncito, pero nada más que en verano, allá en el patio cervecero de Quilmes. Lo mismo que el Don Pedro con Criadores que se va a tomar especialmente a la heladería Roma en Villa Luro, a 45 minutos de su casa. Y quien te dice una sidrita helada, también sólo en verano, que aunque digan que la hacen con manzana fermentada cuando no podrida, es refrescante, es cepita. Es que en verano, la cosa se pone propicia para empinar el codo, sentada en algún bodegón de esos que tanto le gustan, de esos cuya relación precio-litros consumidos no tiene par. Además, existen bebidas a las que las otras personas llaman alcohol, pero que la ¿ex? beoda llama “comidas disfrazadas”. Como un Bloody Mary, que es prácticamente una salsa de tomate o, mejor dicho, un gazpacho. Y en verano un Bloody Mary, ¡qué digestivo!. Pero lo cierto es que las comidas disfrazadas las hace ella, pero no a la inversa, sino de verdad. Baste mencionar el conejito al vino blanco o a la selva negra bien borracha. Y a no olvidar, hablando de comidas, que la pizza sin moscato y el pescado sin un blanco, son, para ella, una aberración. Y en una noche de invierno, un licorcito de huevo o de dulce de leche te puede salvar del frío y, de yapa, de la nostalgia. La nostalgia que le da cuando se pone a escuchar tangos y cantarlos a viva voz delante tuyo, siendo las tres de la mañana de un martes, que no entendés bien qué hacés en tu casa todavía. “Quiero emborrachar mi corazón para apagar un loco amor”, “Que me importa que se rían y nos llamen los mareados”, “Esta noche me emborracho bien, me mamo bien mamo, pa´ no pensar”, serán las partes que vociferará con mayor sentimiento. Y a la mañana aplicará alguna de sus miles de recetas anti resaca, que le quedaron de antes, cuando tenía sed de tantas cosas. Chin-chin.

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